...como arbolitos bailan las letras

del tiempo infantil...♣

como arbolitos insistentes...

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...que el viento...

sus ramas hace mover.

lunes, 26 de agosto de 2019

SELVA EN LLAMAS




200 años para que la selva vuelva a reverdecer.
200 años para que las fieras dejen de llorar.
200 años para que la vida emerja
200 años.. o más...

El aire hoy  es más espeso. Cuesta mucho respirar...

¡América lamenta la tragedia que sumerge el Amazonas en una coraza de fuego y muerte!

Leyendas del Amazonas.


Takiruna (El pico del colibrí)

Por: Arnaldo Quispe
Cuando  el gran Wiracocha creó el mundo le encargó a su hija Pachamama que diera a cada reino de animales sus respectivos dones y atributos. Las aves de este modo recibieron el arte de volar y cantar.
El último de los pájaros que estaba esperando pacientemente su turno, era tan pequeñito que casi pasó desapercibido ante la diosa Pachamama. Sin embargo a pesar de su cansancio, ella se acercó y le dijo “no me he olvidado de ti Colibrí, as te vas a llamar, serás eso si muy pequeñito en el reino de las aves, pero serás el más veloz de todos y para alimentarte cazarás insectos gracias a la gran agilidad que vas a desarrollar”. Es más le prometió que por ser el más modesto y haber esperado hasta el último le otorgaría una virtud que Colibrì podría elegir más adelante.
Muy pronto Colibrì descubrió que su vuelo era supersonico y que dicho y hecho no había insecto que pudiera escapar ante su tenaz caza, pero luego se daría cuenta que para comer debía no solo capturar insectos sino que ello implicaba quitar la vida a otros seres indefensos. Pasaron los tiempos y en cada ciclo Colibrì no se mostraba muy animado al capturar los pacíficos insectos, al final eso le produjo culpa y hasta desaliento.
El juego era lo único que lo alegraba y cuando jugaba con sus amigos solía preguntarse por ese perfume dulce que merodeaba en el gran bosque verde. No pasó mucho tiempo y Colibrì descubrió que el olor provenía de las flores de todos los colores, era algo que capturaba todos sus sentidos y con la curiosidad entre las alas decidió probar alimentarse del nétar de las flores.
Para su mala suerte su pico era pequeño y le era imposible alcanzar el dulce néctar de las flores. Intentó una y otra vez estirando su pico y lengua, pero cada intento era siempre inútil. Un día probó a meter su cabeza, pero ello lo hacía vulnerable ante otros cazadores y del mismo modo casi siempre destruía las flores. Al final pensó “seguro que este delicioso alimento está reservado solo para los insectos y será por ello que debo alimentarme de ellos”.
Intentò tantas veces pudo, casi indesmayable en su cometido pero siempre sin lograr extraer su ansiada recompensa. La flor al ver a Colibrì agotado por su frenesí, le dijo su secreto “si quieres mi néctar, debes tener un pico más largo, de este modo comerás en abundancia de todas las flores”. Ello pareció no perturbar a Colibrí que continuó con sus intentos.
Cada tarde Colibri regresaba a su morada muy apenado por tener un pico corto y por no lograr extraer el dulce manjar de las flores. Fue por ello que una de las flores de la montaña sagrada intercedió con Pachamama haciéndole presente el don que quedaba pendiente para Colibrí. Este pajarito por su nobleza hasta había olvidado la promesa de Pachamama. Y es por este motivo que una noche mientras Colibrí dormía, que la diosa Pachamama convirtió su pico corto en un pico tan largo y perfecto para tolerar sus vuelos y alcanzar finalmente el sagrado néctar de la madre tierra.
Colibri de este modo alcanzó el néctar de las flores, en adelante su dieta no incluiría insectos. Y es otra historia que el bosque conserva desde el inicio de los tiempos.

sábado, 28 de diciembre de 2013

RETABLILLO DE NAVIDAD



Retablillo de Navidad

De su esposo en compañía
soñolienta y fatigada,
por ver si les dan posada
toca en las puertas María.
Él le dice “esposa mía,
ten calma, vamos a ver…
nos abrirán al saber
que te encuentras en estado
y un lecho busca prestado
tu Niño para nacer”.

Pues tiembla la Virgen bella,
él se quita en el camino
su paltocito de lino
para ofrecérselo a ella.
“Vaya mi linda doncella
con este mango abrigada”
dice con gracia forzada
mientras siente las diabluras
que hace el frío en las roturas
de su franela rayada.

De portón van en portón
suplicando humildemente
y en todos les da la gente
la misma contestación
“esta casa no es pensión”
o “cuánto van a pagar…”
y en uno que otro lugar
hay quien al ver a María
dice alguna picardía
para hacerla sonrojar.

Qué pobrecitos que son,
qué pena tan sin alivio,
todos tienen lecho tibio
pero nadie corazón.
De cansancio y aflicción
la Virgen se echa a llorar
y torna triste a mirar
que en la noche alta y desierta
la luna es como una puerta
que se abre de par en par.

A la casa de un pastor
van por fin José y María,
solo piden hostería
para que nazca el Señor.
Pero hay allí tanto amor
por los buenos peregrinos
que la pastora sus linos
abandona en el telar
y al punto les va a buscar
cuajadas, panes y vino.

Ya la Virgen tiende el manto
sobre la hierba olorosa
ya como delgada rosa
se dobla su cuerpo santo
y a través de un claro llanto
los ojos del buey la ven
llora el Niñito también
y la historia nos relata
que una estrella de hojalata
brilló esa noche en Belén.

viernes, 12 de abril de 2013

MRS. DOUBTFIRE O PAPÁ POR SIEMPRE




Por: Zunemig A. Pérez


Texto publicado en la revista:  Arte de leer 2012

Quién podría imaginar que la alegre y encantadora película dirigida por Chris Columbus y protagonizada por Robin Williams: Mrs. Doubtfire (1993), presentada en Latinoamérica bajo el nombre de: Papá por siempre, pudiese ser la adaptación de algún  libro infantil. La autora de esta novela juvenil: Anne Fine, es una profesora de origen ingles dedicada a escribir desde el año 1977, luego de abandonar sus actividades en una organización dedicada a recaudar fondos en contra del hambre en el mundo y dedicarse al cuidado de sus hijas. Su obra se centra en el tema de las relaciones familiares, el niño y su espacio dentro de la familia contemporánea.
La película ganadora de varios premios llama la atención no sólo del público infantil y juvenil, sino de los adultos que, por primera vez, contemplan en una cinta  la figura de un padre al borde del fracaso, vistiéndose de señora para no dejar de ver a sus hijos todos los días. Tanto en el libro como en el largometraje se presenta el rol de padre como pieza fundamental en la vida de los hijos,  igual que el de la madre. Quizás valiéndose de esta realidad familiar el director de la película Chris Columbus al comienzo del film destaca un pequeño epilogo dirigido a los niños, hijos de padres divorciados, que dice: “el que papá y mamá ya no se quieran, no significa que no te quieran a ti”, bajo esta premisa se concentra el drama de ambas obras. Más allá del film de moda, en donde el dramatismo de las relaciones humanas se suceden como la base de todos los acontecimientos, los protagonistas de Mrs. Doubtfire muestran que muchas veces el divorcio en vez de convertirse en el fin de la familia, se vuelve una realidad sustancial que en muchos casos, y después de un período de resignación, constituye la llave hacía la paz y el respeto de cada uno de sus miembros.
En una entrevista para la revista Babar (2005) la autora del libro señala: “tanto Sally Field como Robin Williams son tan majos en la película que resulta imposible entender por qué se están divorciando. Las películas no te lo dicen todo sobre los personajes, sus motivaciones, sus relaciones… si pudieran nadie leería mas”.  La manera en que se relacionan los padres en la novela esta descrita con más crueldad, con más fuerza, tanto que a veces suele resultar amenazante.
Algunos podrán afirmar que estos temas son muy complejos para un niño, y que los autores de libros infantiles deberían abordar sólo temáticas lúdicas, sencillas, de fácil procesamiento. La mente infantil entiende el variado universo que le rodea, y autores como Anne Fine lo apuntan en sus libros con un estilo propio, acompañado de grandes dosis de humor e inteligencia.
Muchas adaptaciones de libros infantiles llevadas al cine, igual que todas las que se generan a partir de la lectura de un texto literario, tienen una particular motivación: El gusto por la obra, o la admiración ante un determinado autor. El caso de Mrs. Doubtfire no es la excepción,  recuerda Anne, que en una oportunidad el director le pregunto si había algo que pudieran hacer para lograr un buen largometraje, “…y yo me sentí como en los cuentos de hadas cuando dicen “padre, tráigame una rosa roja” y le dije: “por favor, no hagas a los niños terriblemente malos”, y yo creo que eso es parte del éxito de la película”. (Revista Babar 2005).
En el libro así como en todos sus textos, los niños protagonistas de las historias leen, y en Mrs. Doubtfire se mantiene esta esencial función, la relación entre los niños y su niñera se fortalece cada noche antes de la despedida, con cada cuento. Cada historia los acerca al padre que ya no vive en casa, los hace imaginar que bajo aquel cuerpo de abuelita una voz varonil toma lugar para velar sus sueños, cuidarlos y amarlos, como lo haría papá. La reciprocidad, entre lo escrito en la novela y lo que se deja ver en la película, constituye la base para el éxito que ambas obtuvieron, tanto en el ámbito cinematográfico, una nominación al Oscar y otra al Globo de Oro como mejor comedia y mejor actor Robin Williams; así como en el ámbito editorial, con numerosas traducciones en varios idiomas, otorgándole a su autora el reconocimiento y prestigio internacional.
El final de la novela y el de la película dan pie a múltiples lecturas, no se queda con la visión de la reconciliación como cura para todos los males, al contrario termina mostrando el respeto y la admiración que nace entre dos personas después del divorcio,  así como las múltiples y posibles maneras que tenemos para relacionarnos con nuestros afectos. Vale la pena leer el libro, porque como anteriormente decía la autora, es más explicito, más intimo. La película es conmovedora, con un guión exquisito, con interpretaciones pulcras, más que efectismo el personaje de Doubtfire logra transmitir la naturaleza de un padre capaz de convertirse aparentemente en otra persona por el sólo hecho de estar junto a sus hijos.  Aunque las críticas se hayan basado en aspectos moralmente irrelevantes como el travestismo, la trama supera todos los dogmas y tradicionalismos presentes en algunas sociedades. Cuestiona aspectos legales concernientes al régimen de visitas y patria potestad de los hijos.  Pero deja claro que muy a pesar de las diferencias el amor hacia ellos es lo más importante, más allá de cualquier sentencia. Por esta razón la madre tanto en la película como en el libro cede su posición ante la conducta del padre y accede a que vea a sus hijos todos los  días. Un libro para entender a nuestros hijos, una película para entender a los padres, la familia como sustento de la vida, como savia que alimenta los más nobles y tiernos sentimientos.

 Título: Mrs. Doubtfire
Autor: Anne Fine
Editor: ALGAR EDITORIAL (21 de enero de 2010)
Colección: Calcetín
Tapa blanda (reforzada): 192 páginas
10.000 ejemplares
Precio: 9 Euros




"El hombrecito verde y su pájaro"




El hombrecito verde de la casa verde del país verde tenía un pájaro.
Era un pájaro verde de verde vuelo. Vivía en una
jaula verde y picoteaba verdes verdes semillas. El
hombrecito verde cultivaba la tierra verde, tocaba
verde música en su flauta y abría la puerta verde de
la jaula para que su pájaro saliera cuando tuviera
ganas.
El pájaro se iba a picotear semillas y volaba verde,
verde, verdemente. Un día en medio de un verde
vuelo, vio unos racimos que le hicieron esponjar las
verdes plumas.
El pájaro picoteó verdemente los racimos y sintió una gran alegría color naranja. Y
voló, y su vuelo fue de otro color. Y cantó, y su canto fue de otro color.
Cuando llegó a la casita verde, el hombrecito verde lo esperaba con verde sonrisa.
–¡Hola, pájaro! –le dijo.
Y lo miró revolotear sobre el sillón verde, la verde pava y el libro verde. Pero en
cada vuelo verde y en cada trino, el pájaro dejaba manchitas amarillas, pequeños
puntos blancos y violetas.
El hombrecito verde vio con asombro cómo el pájaro ponía colores en su sillón verde,
en sus cortinas y en su cafetera.
–¡Oh, no! –dijo verdemente alarmado.
Y miró bien a su pájaro verde y lo encontró un poco lila y un poco verde mar.



–¡Oh, no! –dijo, y con verde apuro buscó pintura
verde y pintó el pico, pintó las patas, pintó las
plumas.
Pero cuando el pájaro cantó, no pudo pintar su canto.
Y cuando el pájaro voló, no pudo pintar su vuelo.
Todo era verdemente inútil.
Y el hombrecito verde dejó en el suelo el pincel
verde y la verde pintura.
Se sentó en la alfombra verde sintiendo un burbujeo por todo el cuerpo. Una
especie de cosquilla azul.
Y se puso a tocarla flauta verde mirando a lo lejos.
Y de la flauta salió una música verde azul rosa que hizo
revolotear celestemente al pájaro.


Texto de: Laura Devetach.


En el artículo 29 de la Convención Internacional sobre los
Derechos de la Infancia dice que la educación tiene que servir
para ayudarte a crecer en una sociedad libre, donde estés en
condiciones de crear, soñar, inventar, descubrir, elegir...
Solamente si tenés la oportunidad de elegir, de equivocarte y
aprender podrás ser una persona independiente.



La educación debe ser la herramienta que convierta y transforme al hombre. Sin ataduras, en plena libertad de pensamiento. (Por una verdadera educación liberadora en Venezuela.)

Valiente



Ilustración de Mónica Carretero


Valiente descubre el mundo en su bici de una rueda, pedalea más que el viento por las calles de la vereda. Un sueño mueve la bufanda con cadencia marinera, el llanto de la mandrágora no enmudece a la gacela.  Remonta costas y montañas con su esperanza de ultramar. Roza el cielo su risa junto al alcatraz y en una pequeña nube se detiene a descansar. Señala con su dedo cuando quiere jugar, dice mami mirando a los ojos, voltea y luego un beso me da. Valiente es inspiración continua, es mi soplo vital una estrella y una duna, o una Cruza quizás.

(Zune 2013) 

viernes, 24 de septiembre de 2010

LA MIRADA DE MARTÍN





Ilustración Gustavo Aimar

El margen de diferencia que hay entre la tierra y mi ventana son siete pisos. A esta altura puedo mirar el rostro de las montañas sin distancias. El cielo parece cubrir mi cabeza como un sombrero y en ocasiones tengo que agacharme para evitar que alguna golondrina tome por pista de aterrizaje mi tupida mollera.
Me basta la luz del sol para despertar, ya mi madre me ha dejado en la mesa de noche el bolso preparado con mi desayuno, sus labios untados de carmín me recuerdan el eterno ritual que acompañan las horas antes de ir al colegio. La corneta del transporte comienza a repiquetear desde más allá del portón de la entrada de las residencias. Los minutos y horas que transcurren en la clase parecen sueños que se repiten día tras día. Salvo ciertas novedades que interrumpen la monotonía. Hoy por ejemplo la maestra encontró a Claudia y a Fermín dándose un beso detrás de la cancha. Citación de representantes y una charla en clase sobre las consecuencias de los enamoramientos entre adolescentes en futura formación.
La hora de salida constituye una carrera a galope en donde sobrevive el que llegue más rápido al transporte. En la entrada del edificio saludo a Elvis, mi amigo el conserje, que a esa hora barre las escaleras de la primera planta. Tomo el ascensor hasta el piso 7. Abro la reja y después la puerta de madera. Cierro. Dejo el bolso encima del mueble, corro al baño a orinar. Me quito la ropa y la amontono sobre la cama, prendo la tele y sintonizo Discovery, voy a la cocina, tomo la vianda que esta encima de la mesa, coloco la comida a calentar en el micro, abro la nevera, destapo una malta, el timbre del microondas me anuncia que ya está lista la comida. Con la vianda en una mano y la malta en otra voy caminando despacio hacia mi cuarto. Me subo a la cama, veo la tele y comienzo a comer.
Justo a las tres de la tarde, el extraño ruido que hacen las palomas en la ventana del baño me despiertan. Recojo con pausados movimientos la vianda y la botella de malta debajo de la cama, voy a la cocina, lavo la vianda, recojo el bolso del mueble, lo arrastro al cuarto de la computadora. Prendo la compu, abro el explorer y empiezo a buscar el tema del proyecto: Consecuencias de la Guerra de Independencia en la Actualidad Venezolana. Corto y pego nombres en un documento World: Boves, Simón Bolívar, Zamora, Ribas, Sucre…pero nada de la actualidad en Venezuela. Imprimo las hojas y las escondo en el cuaderno. La otra tarea es leer sobre los métodos anticonceptivos. Busco sobre ellos en otra página. De nuevo, recorto, pego e imprimo, apago la computadora, hoy no quiero jugar.
Voy al cuarto recojo el uniforme de la cama, lo guardo en el closet. Busco una galleta en la alacena de la cocina y veo el programa sobre catástrofes naturales. A las cuatro termina el programa, tomo la silla y me asomo a la ventana. En el estacionamiento del edificio viven cientos de gatos, grandes, pequeños y de todos colores. Corren sin parar persiguiéndose unos a otros. Cuando los carros se estacionan salen de los puestos y se van para el terreno baldío que hay al lado. En ese terreno viven dos rabipelados que salen en la tarde a cazar los pichones de azulejos que anidan entre los Cujíes. Las aves además son acechadas por un gran gavilán marrón que se lanza en picada desde los árboles del cementerio viejo hasta el terraplén. A esa hora las mamás dejan salir a los niños del edificio para que jueguen en la cancha. Hay una pandilla de cuatro chamitos que parecen ser de la torre 1, se trepan por el muro del estacionamiento y armados con sus chinas comienzan a matar las iguanas que a esa hora buscan asilo en las matas bajas del único Samán que queda en la abandonada parcela.
A las 5 escucho a mamá abriendo las puertas del apartamento, me saluda desde la sala, como siempre coloca la bolsa de pan y leche en la mesa de la cocina, va a su cuarto, se desviste, se baña. Cuando sale me da un beso en la frente y me echa la bendición, me pregunta cómo me fue. Yo le digo lo que hice en la escuela, cuando no pasa nada le invento un poco porque en la escuela casi siempre pasa lo mismo.
A las 6 mamá me da la cena, un pedazo de pan con queso amarillo y jamón, café con leche y gelatina. A las 6 y 15 llaman a mi mamá por teléfono. Ella habla calladita por el auricular como todos los días una hora aproximadamente. A las 7 y 20 va a la cocina, friega, llena las jarras de agua, hace el almuerzo del día siguiente, lo coloca en dos viandas. A las 8 prende la tele de su cuarto para ver Doctor House, a las 9 va a mi cuarto e interrumpe mi rutina de ejercicios en la bicicleta. Me pide los cuadernos para corregir las tareas, lee las hojas que imprimí en la compu y me pregunta sobre el nombre de algunos héroes de la independencia y sobre la importancia de los métodos anticonceptivos. Luego me dice que antes de dormir vuelva a leer. Busco la pijama y me la pongo. Leo. A las 9 y media mi mamá vuelve al cuarto, me da la bendición y me arropa con la cobija. Apaga el televisor.
A las 10 con mucho cuidado arrimo la silla hacia la ventana, veo las estrellas y la luna como el cascarón vacío de algún barco pirata. En el terreno se escucha el maullar de gatos en celo. No sé porque me acuerdo de Claudia y Fermín. Me aturde el canto de los grillos y las voces de los muchachos que hablan en la planta baja. El estacionamiento está lleno de carros. A las 10 y 15 vuelvo a colocar silenciosamente la silla en su santo lugar. Me acuesto y me arropo. A esa hora también escucho el leve sonido que emite el llanto de mi madre desde su cuarto, y como fina garúa va humedeciendo los objetos, paredes, puertas y ventanas de nuestro hogar.
(Por: Zunemig Alexandra Pérez 2008)